Acabo de leer la noticia y no podía irme a la cama sin escribir unas palabras sobre lo que siento. Lo escribo en mi web, este lugar donde intento mostrar mis cosas más importantes. Aunque no suelo escribir aquí cosas demasiado personales más allá de proyectos artísticos, no puedo dejar de poner algo sobre Berrocal y se me hace extraño porque jamás pensaría que escribiría esto en mi web.
Era mi antiguo profesor. Jose Antonio Berrocal, gran y conocido fotógrafo malagueño y Presidente de la Federación andaluza de espeleología desde hace mucho, ha fallecido hoy en un accidente en la montaña.
Cuando he leído la noticia en el periódico, no me lo creía, he tenido que mirar varias veces a ver si hablaban de la misma persona o era otra. Tras la pena y la rabia, me han surgido de golpe todos los recuerdos.
Me he acordado cuando yo apenas llevaba un año viviendo en Málaga, cuando me apunté a un curso de «Operador de equipos profesionales de televisión», que impartía Berrocal, era el año 2008. Fue la primera vez que tocaba cámaras ENG profesionales; aunque justamente en esa época estaba cursando mi primer año de «Imagen» en el Ciclo superior (Politécnico Jesús Marín), mis conocimientos del medio estaban arrancando.
Recuerdo aquel verano de 2008 de manera muy especial. Aquel profesor, el primero que tuve en estas cosas de la imagen en cámaras de vídeo, resulta que era un conocido fotógrafo malagueño. Rápidamente empecé a conocerlo y a ver las publicaciones que tenía de años pasados. Berrocal era un entusiasta de la imagen, de la foto y del cine; cuando terminaba el horario de clases, se quedaba una hora más explicándonos el funcionamiento de las reflex, o cualquier tipo de consejo, o contándonos alguna anécdota. Berrocal sabía que yo quería dedicarme al cine y veía mis cortos (mis primeros dos cortos con todas limitaciones) con mucho interés. Muchas veces me ofreció su ayuda y el material del que disponía para poder rodar y alguna vez sí que contamos con todo ello.
Un día de clase, Jose Antonio me vio con mi recién comprada Nikon (mi primera reflex) y me dijo, con su forma de ser tan graciosa: «Es un buen juguete, quizá se puedan hacer buenas fotos.» Yo le repliqué y al día siguiente me trajo su cámara, otra Nikon de gama mayor que efectivamente era una joya.
También me vinieron a la memoria las meriendas que tomábamos todos los alumnos con Berrocal en el bar y el día que se nos olvidó la cinta (en aquel 2008 las cámaras funcionaban con cintas digitales), cuando recordé lo de la cinta, casi me salió una sonrisa. Fuimos a grabar un reportaje que nos encargó Jose Antonio como un examen del curso. Nos fuimos con las cámaras, los trípodes, los micrófonos y los cables hasta la Térmica, donde tendría lugar el reportaje. Pero al llegar comprobamos que se nos olvidó la cinta. Regresamos al centro rápidamente y mientras Jose me esperaba con el coche yo me encargué de entrar y disimuladamente coger una cinta. Entré al aula, abrí el cajón de las cintas y cogí una. De repente salió Berrocal de una habitación anexa y me dijo: «¿Ya habéis terminado?«. Yo me guardé disimuladamente la cinta en el bolsillo de atrás y le dije que aún no pero que la cosa iba bien; que había regresado a coger una libreta. Entonces justo cuando me marchaba por la puerta me volvió a llamar y me dijo: «¡Cero cintas significan cero planos, o sea que no habéis grabado nada, y que os voy a poner un cero! Anda corre y a ver si os da tiempo«. Jose Antonio tenía esas salidas medio en serio medio en broma, pero luego era un tipo con una tranquilidad y una comprensión fabulosa. Aquella frase se nos grabó en la mente y de vez en cuando la usábamos, incluso años después, rodando cortometrajes solíamos decir, cuando nos olvidábamos las tarjetas de memoria, aquellas palabras de Berrocal: «cero tarjetas, cero planos«. Aquel curso terminó muy bien, obtuvimos un diploma y una gran amistad con Jose Antonio.
Varios años después, durante la presentación del tráiler de mi película «Las hijas de Danao», encontré a Berrocal otra vez en el Thyssen. Fue un día maravilloso para nuestro proyecto, para mi equipo y para mi. Me dio una alegría inmensa ver a Jose Antonio ocupándose de un control técnico del Thyssen, cosa que no esperaba. Por eso, cuando hablé desde la mesa di un agradecimiento especial a Berrocal porque también gracias a él yo estaba allí aquel día. Nos dimos un abrazo precioso. Durante muchos años he contado este hecho con orgullo; que Berrocal, aquel que me dio mis primeras clases con la cámara de vídeo, estuvo presente durante mi estreno del largometraje.
Los siguientes años me lo he ido encontrando por la calle, de vez en cuando. O viéndolo en las noticias de televisión cuando había algún asunto de espeleología. Sabía que estaba dedicándose más a la Federación y suponía que ya estaba jubilado; aunque también me constaba que seguía con la apasionado a la fotografía. Lo volví a encontrar hace poco, hace unos seis meses, en un asador de pollos. Mientras nos atendían, estuvimos hablando de cine, de fotografía y varias cosas más. Me dijo que había visto mi último corto en aquel momento («Matryoshka«) y que tenía pendiente ir al Museo del Aeropuerto para plantear un tema de aviación y fotografía a aquella gente. Le dije que si yo podía servirle en algo o acompañarle estaba dispuesto y así quedamos. Por cierto, ese día, con su particular forma de ser inesperada le dijo a la vendedora y a mi: «Te dejo los pollos Fran, a mi me apetece hoy una tortilla de patatas casera, pero casera, casera…¿eh?«. Jose Antonio Berrocal siempre te sacaba una sonrisa.
Recordarlo hoy me provoca sentimientos encontrados, agridulces, porque rememoro los momentos divertidos pero también el trágico accidente que anuncia la prensa. Espero que donde esté, siga como siempre, tan chistoso, tan artista, tan buen docente y tan buen investigador geológico.
FRAN KAPILLA 